¿Acaso nacer y crecer rodeado de cacharros digitales te convierte en un experto en internet?

Posted on 7 de julio de 2015 por

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El artículo que traducimos aquí, de The Atlantic, cuenta la historia de Ruben Loewy, un periodista que al dar clase a niños de secundaria se dio cuenta de que la visión de la realidad de sus alumnos era sustancialmente distinta a la de los adultos. El artículo refleja la perplejidad de la sociedad estadounidense ante la educación de sus jóvenes en un entorno progresivamente digitalizado. Muchas de las circunstancias que describe el autor suceden también en España y el título se ha convertido ya en lugar común: haber nacido y crecido rodeado de cacharros digitales no te convierte en un experto en internet, más bien hace que no te lo cuestiones. Las amenazas de la red -el paradójico empobrecimiento y sesgo de la información a pesar de vivir un panorama informativo mucho más amplio, o la “personalización” progresiva de lo que se nos ofrece en red- han sido abordadas por estos durguianos en más de una ocasión. Conviene recordar aquí la mirada crítica de Morozov o de Shiva Vadhyanathan (ver),  además de destacar las agudas observaciones de Daniel Pimienta sobre la tecnología en las aulas y la frecuente inadecuación entre el gasto asignado a la compra de dispositivos, al diseño de políticas educativas ad hoc y a la formación de los formadores. Pimienta nos recuerda que la tecnología y las redes no son neutras, responden principalmente a los intereses del sector privado.

En nuestro propio grupo reconocemos, al mirar alrededor, que estamos rodeados de preadolescentes amarrados al móvil, que se sienten desnudos sin él; colegios con pantallas digitales junto a la pizarra; niños con libros de texto y deberes en la tablet, etc. El resultado es una mescolanza entre aprendizaje, entretenimiento, publicidad y relaciones humanas. Esta mescolanza encuentra un claro parangón en la vida de los adultos -quizá en menor grado- que usamos los mismos dispositivos para relacionarnos, entretenernos, informarnos, aprender y hasta trabajar. Los límites típicos del siglo XX se desdibujan, la jornada de 8 horas es cada vez más difícil de delimitar y la información se entremezcla con el ocio A nosotros, adultos criados en tiempos analógicos, parece preocuparnos menos el daño que la vorágine digital pueda causar a nuestros cerebros y tendemos a sentirnos a salvo, pero ¿nuestros niños? Nada de lo que cuenta Marcio Sánchez en The Atlantic nos va a resultar extraño y la aproximación que propone Ruben Loewy, el cincuentón que “vio la luz”, enlaza con la tradición bibliotecaria de las distintas alfabetizaciones y su propuesta es francamente interesante; ahí va.

Nativos digitales, forasteros en las redes

(Original: Digital Natives, Yet Strangers to the Web, Marcio José Sánchez)

En 2012, durante su primera experiencia como profesor, Ruben Loewy tuvo una revelación: la revolución digital ha transformado radicalmente la forma en que los niños perciben la realidad.

Dicha frase, en boca de un profesor cincuentón, hace que lo consideremos casi un dinosaurio, porque esa afirmación es una obviedad: describe una realidad evidente que define el diseño de las políticas educativas y las “guías para padres” de EE UU hoy día. Pero Loewy fue más allá y su revelación no consistió únicamente en percibir que la tecnología transforma las aulas y redefine la infancia y adolescencia; también advirtió que los esfuerzos de las escuelas para afrontar esos cambios suelen centrarse en objetivos erróneos: equipar a los niños con dispositivos sofisticados para asegurarse después de que los utilizan de manera adecuada y efectiva. Con un sentido del humor muy peculiar, Loewy compara el estado del aprendizaje digital en las escuelas de Estados Unidos con el de la educación sexual tal como lo describió un profesor de NYU: «un puñado de información acerca de sus órganos reproductores y un conjunto de severas advertencias sobre su uso».

Pero el hecho de vivir inmersos en las redes sociales “no otorga a los adolescentes el conocimiento o las habilidades necesarias para sacar el máximo provecho de su experiencia en línea», según Danah Boyd (It’s Complicated: The Secret Lives of Networked Teens, 2014). Boyd, investigadora de Microsoft Research, afirma que «la retórica de los nativos digitales» conlleva el peligro de distorsionar las realidades que viven los niños en sus vidas virtuales, con el resultado de que no aprenden lo que necesitan saber acerca de la vida online. En otras palabras, se asume falsamente que los estudiantes entienden intrínsecamente las sutiles formas en que las tecnologías modelan la experiencia, cómo influyen en la identidad personal, o cómo son capaces de promover u obstaculizar el progreso social; incluso presuponemos que son capaces de apreciar la influencia de los algoritmos y la publicidad en los medios por los que se propaga la información. Ante tal situación, Loewy pensó que esas carencias podrían paliarse con un plan interdisciplinar de estudios para la era digital en la escuela secundaria, un plan que fundamentalmente cambiara la manera en que las escuelas abordan las experiencias virtuales de los niños.

Las instituciones educativas están adecuándose a la revolución digital (o al menos reconociéndola) incorporando tecnología de vanguardia en el aula y tratando de concienciar sobre los peligros y las posibilidades de internet. En un extremo hallamos a los líderes del movimiento, esas escuelas donde cada niño tiene un iPad o que cuentan con cargos tipo  «Director de Aprendizaje Innovador«. En algunos distritos escolares los cursos virtuales son un requisito para la graduación y se ha convertido casi en un lugar común que los profesores incorporen Minecraft [ver] a su programa docente. Al mismo tiempo, esas escuelas están suprimiendo el uso de libros de texto físicos y reemplazándolos por software de inteligencia artificial. Según un informe reciente, casi un tercio de los estudiantes estadounidenses de 11 a 18 años utiliza los dispositivos móviles que les proporciona la escuela para seguir el curso. En el extremo opuesto encontramos a los escépticos, entre ellos los adultos temerosos de que los niños estén siendo empujados a un mundo de pedófilos y acosadores. Una encuesta de 2012 de Pew Research realizada en EE UU a unos 800 padres y a sus hijos adolescentes reveló que ocho de cada diez padres están preocupados por la privacidad de sus hijos en internet, mientras que siete de cada diez aseguraron estar preocupados por si sus hijos interactuaban con extraños online.

Como explicaba Hanna Rosinse el pasado noviembre en un artículo de The Atlantic sobre el sexting [ver], los adultos suelen responder a esos escándalos sembrando la alarma a través de campañas de información masiva. La Asociación Nacional de Psicólogos Escolares ha ayudado a desarrollar un plan de estudios dedicado exclusivamente a dar a conocer el ciberacoso y se han desarrollado miles de aplicaciones que permiten a los padres rastrear las huellas digitales de sus hijos. Según el informe Pew, la mitad de los padres encuestados reconocieron haber utilizado los controles parentales u otros medios de bloqueo, filtrado o vigilancia de las actividades en línea de sus hijos adolescentes.

Y luego están los educadores que se preocupan -posiblemente con razón- porque la digitalización de las aulas está socavando gravemente su labor pedagógica. En la educación superior algunos profesores incluso han publicado manifiestos explicando las razones por las que prohíben portátiles en sus clases, mientras que muchos campus K-12 [ver] mantienen en la actualidad políticas contra el uso de dispositivos (aunque parece que dichas políticas se están quedando ya obsoletas).

Según Loewy, esta dicotomía supone una importante oportunidad perdida. Los niños no sólo tienen que ser competentes en el uso de la tecnología digital, convertirse en diestros programadores y ser prolíficos lectores de libros electrónicos, necesitan también un conocimiento a fondo sobre los intríngulis del mundo digital. Para ello no es suficiente advertirles de que el sexting es un delito de abusos, punible y con repercusión a largo plazo; o recordarles que las redes sociales pueden ser adictivas y estar llenas de depredadores. Aunque es indudable la importancia de proteger la seguridad de los niños online, este tipo de enfoque les aporta «una imagen distorsionada del mundo digital; es una visión que refleja los temores de los adultos en vez de las aspiraciones de los jóvenes.»

Loewy

Twitter de Reuben Loewy

La revelación de Loewy tuvo lugar durante un curso de verano sobre escritura periodística para estudiantes de secundaria: “la relación de las nuevas generaciones con los medios de comunicación es totalmente distinta a la nuestra; su único contacto con la prensa ha sido ver a sus padres leyendo el periódico”. Pero es que ni siquiera ven la televisión: su consumo de contenidos audiovisuales es vía internet. Semejante afirmación podría entenderse como la diatriba de un viejo cascarrabias sosteniendo que todo aquello que suene a “tecnología” es una negación de la inteligencia humana en sentido puro.  Pero lo que apunta Loewy es precisamente lo contrario: las nuevas generaciones necesitan orientación para desenvolverse en el mundo digital. “A golpe de click disponen de una enorme cantidad de contenidos en línea pero no son capaces de situar esos contenidos en contexto ni, mucho menos, evaluarlos”.

El problema fundamental es que ni siquiera los centros de enseñanza mejor dotados tecnológicamente llegan a plantearse ese tipo de reflexiones. Se pueden ofertar iPads y portátiles a los chicos, pero la formación que reciben se queda en el hardware. “Los planes de estudios ofrecen un diagnóstico certero de lo que sucede en la sociedad y es obvio que necesitan ponerse a tono con la realidad”.
Boyd llega a conclusiones similares: los adolescentes de hoy en día no pueden ser críticos con el ecosistema digital en el que han crecido. Pese a todo, adolescentes y adultos no son grupos monolíticos y no existe relación directa entre la edad y la aproximación al aprendizaje. Tanto en la enseñanza reglada como en entornos de aprendizaje informal, los adolescentes precisan desarrollar unas habilidades que les permitan desenvolverse de forma efectiva y crítica en el entorno tecnológico actual y futuro. Estas distintas alfabetizaciones son básicas en nuestro mundo interconectado y requieren un gran esfuerzo, independientemente de la edad.

Después de su revelación, Loewy, corresponsal habitual en medios británicos y canadienses, comenzó a desarrollar lo que denominó “el programa interdisciplinar de la era digital” también llamado “Vivir online”. Este programa diseñado originalmente para estudiantes de secundaria, pero que puede ser adaptado para primaria, incluye una docena de módulos con títulos tan sugerentes como: “Privacidad”, “Algoritmo empieza por A”, “Ciberactivismo” o “Ciberpsicología”. En desarrollo se encuentran otros módulos sobre “Cultura remix”, “Gamificación” o “Realidad y realidad virtual”. “Vivir Online” puede ser considerado un verdadero manual de uso y supervivencia en la era digital.

Livingonline

Web del proyecto Living online lab

La primera unidad del programa de Loewy, “Identidad”, incide en cómo la identidad de los jóvenes puede ser transformada, de forma inconsciente, por las redes sociales y la vida en línea. Se ponen sobre la mesa cuestiones  como por qué el fundador de Facebook, Mark Zuckeberg, insiste en que los usuarios de esta red tengan un único y “auténtico”  perfil, mientras que la realidad del ser humano, por definición, es poliédrica. “Observaremos cómo los seres humanos nos expresamos y actuamos dentro y fuera de la red, así como las consecuencias de poseer diferentes perfiles, avatares y comportamientos en distintas plataformas en línea”. El objetivo es superar el tópico generalizado sobre la impostura que muchos adultos hacen en internet, incluso si un niño actúa online como una mujer de 35 años. Y esto, para Loewy es positivo: “es una gran oportunidad para conocerse a uno mismo y para interactuar con personas con las que, de otra forma, nunca interactuaríamos.”

En el módulo “Economía de Internet”, los estudiantes aprenderán sobre cómo funciona la publicidad en la www y sobre cómo algunos sitios de internet ganan mucho dinero atrayendo visitantes y para vender después sus datos personales. La unidad “La diversidad de pensamiento: rompiendo barreras” analiza si los debates que surgen en internet nos hacen más abiertos de mente o, por el contrario, nos hacen replegarnos más en nuestra propia idea del mundo; mientras que el módulo sobre “Disrupción digital” analiza ejemplos de nuevos modelos de negocio como Netflix o Uber para discutir si este tipo de propuestas sirven para crear o para destruir.

El programa “Vivir Online” no se basa en una idea novedosa. Hay antecedentes como el de Kenneth Goldsmith, profesor de la Universidad de Pennsylvania, que impartía un curso titulado “Perder el tiempo en internet”, en el cual se instaba a los alumnos a ver vídeos de Youtube, tuitear e incluso plagiar. Para el profesor Goldsmith los objetivos del curso eran “comprender y reflexionar sobre la existencia digital. Sí, nos encanta usar determinadas herramientas…pero no pensamos por qué y para qué las usamos”.

Hace dos años, un conocido profesor de Florida planteó en su blog la necesidad de desarrollar un “plan concreto para enseñar ciudadanía digital en las escuelas” como parte fundamental de los planes de estudios. Esta “ciudadanía digital” tendría que reflexionar “ no sobre la tecnología, sino sobre las consecuencias que su uso acarrea”. Y muy recientemente, el profesor de Harvard Jonathan Zittrain publicó un vídeo en Youtube muy en la línea del trabajo de Loewy, en particular de su unidad titulada “Wikipedia y conocimiento Open-Source”. Zittrain destaca el éxito de la Wikipedia frente al lamentable fracaso del sistema público de enseñanza norteamericano; Zittrain, autor del libro “El futuro de internet y como evitarlo”, sugiere integrar la Wikipedia en los contenidos lectivos, instando a los estudiantes a leer y editar los artículos. “En mi opinión, un curso sobre ciudadanía tiene que tratar sobre la separación de poderes y las tres ramas de gobierno, pero también habría que incluir en la educación cívica esa valiosísima alucinación colectiva que es la Wikipedia”.

Pero, por diversos motivos, a los centros de enseñanza aún les queda un largo trecho por recorrer. No tenemos datos sobre cuántas escuelas en EE UU están impartiendo estos contenidos, pero no es baladí señalar que asignaturas de evidente interés para entender la progresiva digitalización, como la informática, se consideran aún contenidos periféricos. En una encuesta de 2013 una cuarta parte de los profesores entrevistados señalaba que trabajaban en campus que no ofrecían la asignatura de informática. Mientras tanto, iniciativas nacionales para la modernización de las escuelas a través de proyectos como el “Plan de estudios para el futuro”,elaborado por The Center of Digital Education, apenas toca aspectos como la vida online, remitiéndose a cuestiones más básicas como las nuevas tecnologías y su reflejo en el entorno laboral. Según otra encuesta de 2012 la mayoría de los profesores consideraba que sus alumnos tenían una preparación media o baja sobre conocimientos de ciudadanía online.

Otro motivo importante para explicar el retraso en afrontar las necesidades de cambio en la enseñanza es la resistencia al cambio de los adultos. Loewy apunta que la mayor parte de los profesores no se considera digitalmente alfabetizado. Por otro lado, según un informe Pew de 2013 un número significativo de los profesores de más de 55 años no se siente cómodo en el nuevo contexto digital y la inmensa mayoría se siente abrumada por el cambio tecnológico. Las tres cuartas partes de los entrevistados afirman que internet y la necesidad de usar herramientas digitales ha añadido nuevas exigencias a su vida académica, y aumentado las expectativas sobre la cantidad de contenidos y habilidades que debe tener un profesor.

De hecho, hay muchos profesores con experiencia que siguen cuestionando el uso de la tecnología digital en las escuelas, lo que apunta que iniciativas como la de Loewy están en entredicho. Nancie Atwell, profesora veterana de lengua y literatura que ganó el mes pasado el Premio Global Teacher (un premio de un millón de dólares que se concede anualmente a un profesor que haya hecho una contribución sobresaliente a la profesión), representa la corriente de maestros francamente preocupados por el creciente papel de los dispositivos digitales en las aulas, sobre todo debido a su posible impacto negativo en la cognición y el aprendizaje. «Aunque el mundo sea digital, sobre todo sigue siendo humano. El énfasis que se pone en la idea de que cualquier dispositivo es la panacea -dar un dispositivo a cada niño y ver qué pasa- deja de lado todos nuestros conocimientos sobre la motivación para el aprendizaje. Se trata de dispositivos, es decir, son medios para lograr un fin. Me horroriza que hablemos de la tecnología como si se tratara de una disciplina, una asignatura escolar o un área de contenidos. Es sólo una manera de desarrollar o mostrar el conocimiento. Es algo así como adorar un lápiz.”

Para Loewy este tipo de percepciones son las que dificultan el lanzamiento de su programa y son como el problema del huevo o la gallina: “Vivir online” -y la formación del profesorado que propone- contribuiría a compaginar la visión de todos, desde los más escépticos a los más puntillosos expertos en tecnologías, y al mismo tiempo atenuaría algunas de las preocupaciones y conceptos erróneos sobre la tecnología. Pero es difícil embarcar en un proyecto así a gente con nociones preconcebidas, y muchas veces bien fundamentadas, sobre los propios dispositivos y aplicaciones.

Por ahora, “Vivir online” es poco más que un embrión y, según sus críticos, no es viable ni creíble. Después de todo, Loewy no es más que un Baby Boomer con poca experiencia docente.

Pero eso no desanima al antes periodista que está desarrollando el programa a base de invertir su propio dinero (no pretende que la escuela pública aplique su plan de estudios con fondos de sus propios presupuestos: espera que algunas fundaciones privadas pongan el dinero sobre la mesa y, por el momento, aún tiene que conseguir esa financiación). Loewy asegura que en los últimos años ha dedicado la mayor parte de su tiempo a la creación de su programa “Vivir online” con la ayuda de profesores y diseñadores de planes de estudios profesionales a través de encuentros y debates online sobre educación. En la actualidad Loewy está impulsando el proceso de formalización de “Living online” como organización sin ánimo de lucro que inició su andadura en 2013; por el momento, cuenta únicamente con tres miembros en la junta. Sorprendentemente ninguno de ellos es profesor y todos son hombres. La junta incluye a Martin Schneiderman, asesor de TICs y experto en organizaciones filantrópicas; Peter Lammer, cofundador de la compañía de seguridad informática Sophos; y David Loevner, director y fundador de una firma de inversión global. Loewy está a la espera de incorporar a un grupo de asesores que incluya a profesores con diversa formación y experiencia.

El plan de estudios se enfrenta además a otro tipo de problemas logísticos, dado que a duras penas las escuelas consiguen satisfacer todas sus necesidades. Loewy considera que su programa debe incorporarse a las clases, pero no como una asignatura independiente, sino como un contenido interdisciplinar incluido en todas las materias del curso. Aún así, los profesores de la escuela pública se declaran sobrecargados por un montón de expectativas – desde las habilidades matemáticas y de lectura recogidas en el los requisitos básicos mínimos, hasta las competencias específicas exigidas por cada estado o ayuntamiento. Los educadores de todo el país  vienen quejándose, desde hace mucho tiempo, de la imposibilidad de impartir asignaturas tan básicas como las ciencias sociales. Con semejante panorama es difícil imaginar que este programa se pueda hacer realidad, excepto en la escuela privada; de hecho, Lowey solo ha sido capaz de implantar módulos piloto con alumnos de la escuela privada.

Incluso si los profesores encontraran la manera de incorporar el programa a sus clases, tendrían que mantenerse permanentemente actualizados con respecto a unos materiales y tecnologías que cambian constantemente. «El problema es que esto crece continuamente – no es como enseñar la Antigua Roma, no es algo estático», reconoce Loewy. «Esto es lo que ralentiza el progreso: cada día aparece una nueva app, y los profesores pueden sentirse deslumbrados por sus logros o sus limitaciones. Pero hay algo claro: sin entender los entresijos y la dinámica de internet no estamos aprovechando todo lo que la tecnología digital ofrece. Sin el conocimiento, no seríamos capaces de aprovechar la web y navegar correctamente. No puedes ser un miembro crítico, responsable e informado de la sociedad si no tienes esta educación».

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