«La ideología del siglo XXI debe ser el humanismo global, pero tiene dos peligrosos enemigos: el nacionalismo y el fundamentalismo religioso.» Ryszard Kapuściński
¿Deben las bibliotecas públicas entrar en política como institución? ¿Existe una ideología bibliotecaria?
Sin duda el término “ideología” es otro de esos conceptos difíciles de precisar, como “cultura” o “filosofía”, no por estrechez sino por un exceso semántico. Sin embargo, en su concepción general subyace la idea de ser un sistema de ideas para ordenar la sociedad.
Quizá las bibliotecas no deban significarse. Pueden limitarse a cumplir con su función de garantizar el acceso a la cultura y al conocimiento a todos los ciudadanos, especialmente a los más desfavorecidos. Sin embargo, eso puede interpretarse ya como ideología, lo cual es cierto en un sentido amplio si entendemos como ideología o parte de una ideología, por ejemplo, la Declaración universal de derechos humanos firmada por (casi) todos los países de la Tierra. Además deberíamos considerar si prácticamente cualquiera de nuestros actos no es un acto político: lo será si influye en el cuerpo social. De este modo vender drogas en el mercado negro, pagar la cuota de una ONG o comprar en grandes superficies es hacer política, mucho más que discutir sobre partidos sentados a la mesa de un café. Visto de este modo, los diferentes servicios que presta una biblioteca y, sobre todo, su orientación a las necesidades del ciudadano y la ausencia de censura en su cometido son, sin duda alguna, hacer política guiada por los principios de la democracia y por el proyecto Ilustrado a través del dictum kantiano sobre la necesidad de formar un mundo de lectores.
Lo cierto es que determinados políticos sí hacen política cultural y la hacen a favor o en contra de las bibliotecas, últimamente en contra. Vemos casos como el de la alcaldesa de Telde , las predicciones del alcalde de Miami , los numerosos (y dolorosos) cierres de centros o la ocurrencia que el Front National (Bleu Marine) ha tenido en Le Havre: votar en contra de todas los proyectos de fomento de la lectura con argumentos un tanto peregrinos (y contradiciendo absolutamente su propio programa a las primeras de cambio: «création de bibliothèques el d’animateurs lecture dans les écoles será peu à peu généralisée». )

En una deliberación sobre el Plan de lectura de la ciudad el grupo Le Havre Blue Marine [Front National] ha dicho que votará en contra. «Votaremos en contra de todas las acciones que promuevan la lectura, ya que es una auténtica cortina de humo. Una cortina de humo diseñada para ocultar el enorme problema de la Francia de hoy: el fracaso de la enseñanza. Nuestros hijos ya no saben leer, escribir o contar”, añadiendo de paso que “La dislexia es una creación pura de la Educación nacional y de sus métodos…”, ha declarado Philippe Fouché Saillenfest. Haz clic en la imagen para acceder a un artículo sobre la noticia.
El artículo que traducimos aquí contiene las reflexiones escritas por un sociólogo* en una revista de referencia, Livres Hebdo, sobre el espectacular avance de ese Front National de ultraderecha que ha conmocionado a Francia, un partido que, como puede colegirse por sus propósitos, no es amigo de las bibliotecas. Quizá sería bueno tener presente de continuo las palabras del maestro Kapuściński que encabezan estas reflexiones ya que re refieren a dos, éstas sí, ideologías que han practicado con frecuencia la censura limitando el camino hacia el conocimiento libre. Naturalmente (y desgraciadamente) no son las únicas y hay que estar alerta.
Antes de dejarles con el artículo, permítanme decir que sí, que considero que las bibliotecas pueden y deben hacer política. Política defensiva, si se quiere. Política no partidista sino ciudadana, si es que se entiende ese término. Política cultural que, como veremos en el artículo, lo queramos o no, deviene en política a secas.
Livres Hebdo, un buen lugar para encontrar noticias de Francia sobre libros y bibliotecas.
LAS BIBLIOTECAS Y EL GRITO SILENCIOSO DE LAS URNAS.
FUENTE ORIGINAL: Bibliothèques et «cri muet» des urnes
¿Qué pensar de la magnitud del voto al Frente Nacional desde perspectiva de las bibliotecas? Después de todo, estos centros no están “fuera del mundo” sino inmersos en un entorno que deben tener en cuenta.
Si las elecciones europeas no hubieran sido infravaloradas por las élites políticas, el 25 de mayo 2014 habría podido ser una fecha histórica como lo fue el 21 de abril de 2002 [elección presidencial en Francia en la que Jean-Marie Le Pen, del Frente Nacional, quedó en segundo lugar pasando a la vuelta definitiva enfrentado a Jacques Chirac]. Pasada la confusión de las primeras horas después de la votación se olvida el alcance de los resultados. No podemos, sin embargo ocultar un cierto malestar… Minimizar la magnitud de la oleada escudándose en el bajo nivel de participación no es incorrecto, pero es demasiado cómodo y allana el camino para ignorar el problema. Sin embargo, sería bueno escuchar lo que J.C. Kaufmann llamó el «grito silencioso» (L’invention de soi. Une théorie de l’identité p. 236) para referirse a la reacción violenta de los que generalmente adoptan una postura de abstención y están mediatizados por situaciones derivadas de la inseguridad económica y por la necesidad de construir una identidad personal. Ese grito refleja una desconfianza en el sistema político y es una amenaza para la democracia y para las bibliotecas de la que son hijas…
Partamos de ciertas constataciones. El Frente Nacional tiene dos factores en común con las estadísticas sobre el uso de las bibliotecas. Cuanto mayor es el nivel de educación de las personas y más frecuentan las bibliotecas, más se abstienen de votar al Frente Nacional. De acuerdo con la Encuesta sobre prácticas culturales francesas (PCF) 2008, el 88% de los no graduados no visitó la biblioteca en los últimos 12 meses, sin embargo la proporción se redujo a la mitad para la mayoría de los graduados (de diplomado universitario en adelante). Asimismo, según la encuesta del IFOP , la proporción de votantes del Frente Nacional varía entre el 30% de aquellos que no han llegado a cursar bachillerato y el 7% de los que tienen una licenciatura. La proximidad al entorno académico promueve la frecuentación de las bibliotecas y disminuye el voto nacionalista. ¿Significa esto que una mayor frecuentación de los colectivos menos educados disminuiría los votos del Frente Nacional? La respuesta afirmativa, como es lógico, está lejos de ser cierta en tanto en cuanto la frecuentación de un servicio público tal como una biblioteca no puede constituir el eje esencial para introducirse en el mundo de las instituciones democráticas.
Sin embargo, se podría esperar que una mayor inserción de la biblioteca en la comunidad local pudiera ser capaz de fomentar un sentimiento de confianza de los ciudadanos con respecto a lo que puede parecerles lejano. Esto supone un desafío y muy particularmente para las pequeñas bibliotecas rurales. En efecto, sabemos que el voto al FN aumenta gradualmente a medida que uno se aleja de los centros urbanos que conforman la vida económica y cultural. C. Guilluy y C. Noyé lo mostraron hace ya diez años en el Atlas des nouvelles fractures sociales en France y está todavía vigente a la luz de las últimas elecciones. La Encuesta PCF de 2008 muestra que la inasistencia más baja a las bibliotecas se da en París (57%) y aumenta a medida que uno se aleja de ella para llegar a un máximo en las comunidades rurales (78 %). Esto significa que es en las zonas rurales (y más populares) donde las bibliotecas encuentran mayor dificultad para interesar a la población y que es aquí donde su frecuentación podría ser estratégica para limitar el interés por el Frente Nacional …
Estas consideraciones invitan a un estudio más profundo que podría tratar de demostrar la existencia (o no) en el ámbito local de un vínculo entre la capacidad de la biblioteca para incardinarse en la comunidad y el número de votos al Frente Nacional. Sería una manera de no obviar el problema y buscar la manera de resolverlo a partir de hechos y no de principios abstractos de eficacia incierta. Así que si usted está en una biblioteca, no dude en dar testimonio sobre este tema a partir de sus observaciones en la localidad…
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* Claude Poissenot es sociólogo e imparte la asignatura “Los oficios del libro” en el Instituto Universitario de Tecnología de Nancy. Sus intereses de investigación incluyen las bibliotecas públicas, la lectura y sus representaciones. Trabaja en el diseño de un nuevo modelo de biblioteca más en consonancia con la población atendida.
H.
7 de julio de 2014
Debatamos sobre la parcialidad o imparcialidad de las bibliotecas, que es un asunto muy trabajado en los Estados Unidos y que en España solemos sobrevolar.
pedr0q
7 de julio de 2014
Podemos considerar tu propuesta desde varios puntos de vista, Honorio.
En cuanto a censura de los contenidos de las bibliotecas públicas creo que vamos bien pero no tanto en cuanto a otras formas de intromisión: vergonzantes «selecciones» entre usuarios «deseables e indeseables» (el aspecto social está en boca de todos pero no en la mente de todos porque siempre ha sido más fácil hablar que hacer), la censura -esta vez sí- a la hora de acoger determinadas actividades (sobre todo si tienen algún cariz político o chocan de algún modo con la ideología de los responsables políticos del centro), el miedo escénico de los políticos ante determinados proyectos como los de cowdfunding, sin ir más lejos, o la simple y llana obstaculización de esos proyectos por parte del estamento político debida a una concepción arcaica del servicio bibliotecario.
Quedaría el famoso debate sobre si prestar Mein Kampf o no y sobre incluir o no en la colección libros racistas, homófobos, etc.
Mi opinión es que sí, que la biblioteca debe aspirar a incluir todas las obras existentes y que todas ellas deben ser accesibles al usuario. Otra cosa es que hagamos apología de Hitler o del impresentable de Joseph Nicolosi: quizá ese sea el punto en que una biblioteca pueda -apoyándose en la razón y en el consenso general- entregar la obra con una sincera recomendación sobre lo perjudiciales (e infumables) que son esas obras.