<aviso warning> Esto es un post para reírse de uno mismo</aviso warning>
La gente divertida e interesante de iLIbrarian tienen una magnífica receta para luchar contra la crisis. No contra la que nos amenaza todos los días en forma de recortes y paisajes de desolada frialdad económica. Tienen una grandísima receta contra una de las grandes crisis que castiga al sector bibliotecario: que el personal se rinda ante el victimismo agorero, la inutilidad de cualquier esfuerzo para bracear y capear el temporal y; también, y cómo no, la negatividad que lleva a sentarse a ver arder Roma. Las críticas son necesarias y han de ser bien recibidas si están dotadas de fundamento y, sobre todo, si vienen de la mano de lo que consideramos más importante: otras propuestas.
Parece que, por el momento,no ganaremos las alas en Nochebuena como Clarence y las cosas no van a mejorar demasiado. Qué menos entonces que recurrir al sentido del humor. La autora del post, Ellysa Kroski, parece que lo tiene claro a la hora de inocularse en vena la necesaria autocrítica cotidiana. No hay como asumir el ejercicio de la profesión como una inusitada gama de superpoderes para todo aquel o aquella que los exhibe…aunque como habilidades sociales, digamos, nos pueden convertir en algo así como un antidisturbios. Somos plastas con algunas cosas, vale. Y nuestra deformación profesional, un tanto pesada para el que tenga que sufrirla. Pero qué caramba, aquí estamos y estas son nuestras formas de actuar. Y como decía Groucho: estos son mis principios, si no le gustan…(fill in the blanks, please) 😉
Ranking de superpoderes bibliotecarios que pueden resultar engorrosos para todo aquel que no se dedique a esta noble (yes!) profesión y pueda no comprendernos:
1.- Mandar callar a la gente: Pues sí, «a la gente», así, en general o, también hacer nuestro el famoso ya «¿por qué no te callas?». Esta primera buena razón de orgullo bibliotecario, viene acompañada por una fotografía del muñeco de Nancy Pearl, que la que esto escribe guarda como oro en paño. Ese poder del shhhhhh que te convierte en una víbora antipática también te libera mucho y da la sensación de doblegar a díscolos usuarios que vienen a la sala de lectura a parlotear : habráse visto. En la primera visita que hice en toda mi vida a una biblioteca me mandaron calla, cómo no. No despertó en mí la vocación pero me pareció fascinante aquella señora que era como una «old fashioned librarian stereotype «vivita y coleando y que, sobre todo, a la vez que hacía esto señalaba un cartel que ponía «Silencio». Aquello sí que era lo más.
2.- ¡Búscalo! (N.de la T.; así es, en imperativo)
A todos los que trabajamos en bibliotecas rodeados de catálogos, bases de datos, unas buenas y recomendables selecciones de favoritos, recursos electrónicos, plataformas de revistas, suscripciones RSS, etc, hemos, alguna vez, observado la cara de admiración de algún usuario al encontrar el dato o esbozar la cadena booleana anterior al vicio de Google. Siempre se ha dicho que a los bibliotecarios nos gusta buscar y al resto del mundo encontrar. ¿Somos realmente capaces de contagiar ese entusiasmo de ir tras la «piedra filosofal del dato relevante» a quien se está formando en modo multitarea? ¿Que a nosotros nos guste implica que guste al resto del mundo y, por ende, deban disfrutar tanto como nosotros? La cara de pocos amigos de Katchoo, uno de los personajes principales de «Strangers in Paradise» de Terry Moore, acompaña esta entrada y de su boca salen las palabras Look it up!. Conociéndola mínimamente, cualquier usuario bajaría la cabeza de modo sumiso y se pelearía con todas las posibilidades del álgebra de Boole.
3.- Diseñar oscuros sistemas de clasificación
Hace algún tiempo, en Twitter, la que esto escribe vio cómo un bibliotecario hacía la siguiente cura de humildad: he estado buscando el horario de una película que, me constaba exhibían en un cine, y no la he encontrado porque desestimé el artículo, primera palabra del título, como principio de alfabetización. Lección de humildad ganada, los chicos de Libraries…dicen que todos tenemos ese vicio de clasificar, etiquetar, subdividir y recrearnos en el quehacer creativo de la taxonomía en cuestiones tan sumamente domésticas como la organización de dvds. Un divertido ejemplo es la subdivisión que la autora del post admite como propia en películas de terror: las categorías van desde “adolescentes perseguidos y en apuros”,”hombres-lobo”, “vampiros” etc. Por más vueltas que le doy no le pillo el punto del frikismo: es más, me parece que está clarísimo. Hay quien es de zombies pero no de vampiros, quien es de Jason y no de Freddy…¿qué mejor modo de facilitar el encontrar una película que estas clarísimas clasificaciones?
4.- Discutir en fiestas privadas sobre el DRM
Es cierto: si hay una cuestión que a muchos bibliotecarios nos preocupa, enciende y fomenta nuestra militancia más radical, es que todo aquel que nos escucha sepa de los límites del DRM, cómo luchar contra él y reivindicar su desaparición. Vale, vamos a apartar el objeto de la discusión y pasar a lo que importa: ¿qué es lo que es realmente tedioso de estas discusiones? Que no sabemos callarnos y enlazamos DRM con muchos otras cuestiones relativas a la crisis de los servicios, el cambio de los usuarios, que si la ley Sinde-Wert o SOPA-PIPA, que si los monopolios, que si este bloguero o este otro…en fin
5.- Reorganización creativa del mobiliario de biblioteca.
Aquí, creo que es mejor que, simplemente, pasen y vean
Samizdat
30 de enero de 2013
No estábamos muertos, estábamos tomando cañas.
Natalia Arroyo
30 de enero de 2013
Yo añadiría un super-poder más: recomendar a la gente qué leer o qué e-reader comprarse por Navidad. Seguro que hay quienes lo ven más como una responsabilidad, pero sin duda es todo un super-poder que algún día nos hará dominar el mundo 😉
Maria-Jesus del Olmo
2 de febrero de 2013
Entre canapé y zurito una frikada, eso no nos lo puede quitar nadie! y entre gin&tonic y gin&tonic no sé hasta dónde podemos llegar… De acuerdo con Natalia en el súper-poder de recomendar lecturas, eso tiene mucho allure 😉 Y a la salud de nuestra querida Cristina F. Ostos, pena no tener también el súper-poder adquisitivo para mejorar un poco el mundo a través de las bibliotecas. No a los recortes en bibliotecas públicas!
Josep Vives Gràcia
5 de febrero de 2013
Para mi, el mejor superpoder es el del «shhhhhh», especialmente usado contra los Lex Luthor que confunden bibliotecas con discotecas…
Sigrid
13 de febrero de 2013
Pues yo doy unas brasas increíbles sobre OA . El DRM también se presta mucho, Pero estoy con Josep, el superpoder del shhhhh me hace temible en cines, por ejemplo. Más contra los Godzillas , que arramplan con todo lo que encuentran por delante armados de palomitas y vociferando que contra los Lex Luthor (qué le voy a hacer, siempre me acuerdo de Gene Hackman en «Superman» y a mí me caía bien 🙂 )
Pepe
6 de septiembre de 2013
Curiosos los superpoderes que comentas… La verdad es que pronto nos dejarán inclurso sin un mísero adsl barato para comentar estas cosas..